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Tipo Información:
Noticia
Fuente:
Diario de Navarra
Fecha:
1999-02-07
Antetítulo:
EMPRESA
Titular:
Pedro Mayo, artesanía en chocolate. Una empresa con 140 años de tradición y una marca que hoy explota una SAL.
Texto:
La creación de esta empresa se remonta a los años sesenta del siglo pasado, cuando Pedro Mayo Etulain, joven natural de Ochagavía formado en la tienda de su pariente y amigo Pedro Seminario, emprendió por sí mismo la arriesgada experiencia de crear un negocio propio. Establecido en un local del número diez de la pamplonesa calle Zapatería, comenzó pronto a elaborar ceras y chocolates.

A los pocos años de su fundación, Pedro Mayo contaba ya con un taller y un despacho relativamente amplios. En los pisos superiores de su casa se ubicaba un pequeño establecimiento en el que se producían dulces variados y velas de cera; en la planta baja se encontraba una tienda de coloniales desde la que se comercializaban muchos de los productos fabricados escaleras arriba, mientras que en el sótano se emplazaba la maquinaria para el preparado del chocolate. Los primeros años

Durante varias décadas, Pedro Mayo Etulain desarrolló en solitario un negocio que ya se intuía próspero. No fue hasta mediados de 1888 cuando el fundador dio entrada en la empresa a uno de sus hijos, Ponciano, nacido de su primer matrimonio con Valentina Izu. Con tal motivo, promocionó la constitución de la sociedad colectiva Pedro Mayo e Hijo, en la que el patriarca contaba con un 80% del capital, a la sazón 428.529 pesetas, en el que se incluían cinco casas en el casco urbano de Pamplona, varias fincas en el pueblo de Eugui, mobiliario diverso, créditos, algunos efectos públicos y una importante partida de mercancías. Esta variedad de componentes refleja la escasa limitación que los comerciantes e industriales de la época establecían entre sus patrimonios personales y empresariales. Todo ello, casa, enseres, ajuares, dinero y efectos mercantiles múltiples, formaba parte de una misma realidad. Por aquel entonces, el negocio dirigido por Pedro Mayo era, junto con el de la Viuda de Seminario, el de mayor enver
gadura en su sector; alcanzaba una producción anual valorada en 45.000 pesetas y contaba con tres personas en plantilla que, con una jornada laboral de diez horas, cobraban trece reales y medio de vellón al día.

Auge de la empresa

Tras el fallecimiento de Ponciano, a comienzos de 1899, Pedro Mayo continuó en solitario la gestión de su empresa. En los once años que mediaron entre la constitución de la compañía Pedro Mayo e Hijo y su disolución tras la muerte del segundo, el negocio había generado importantes beneficios, que se aproximaban a las 400.000 pesetas. Prueba de esta pujanza mercantil es que Pedro Mayo Etulain encabezó desde finales del siglo pasado, hasta su fallecimiento, las listas de mayores contribuyentes de Pamplona, por delante de destacados propietarios de la época como Joaquín Baleztena Muñagorri, Pedro José Arraiza Baleztena, Rafael Gaztelu Maritorena, o el propio Conde de Guendulain, Joaquín Mencos y Ezpeleta. Fue también por entonces, concretamente en 1903, cuando Pedro Mayo decidió dar mayor estabilidad a su actividad, registrando oficialmente la marca de chocolates que llevaba su nombre. La plantilla del negocio había aumentado además de forma considerable, nueve personas a comienzos de este siglo, fruto de la ace
ptación que la com pañía estaba encontrado en los mercados local y provincial.

A mediados de 1910, Pedro Mayo Etulain volvió a repetir la experiencia de crear una empresa familiar, dando entrada en su negocio a su hijo Pedro Mayo Biardeau, fruto de su segundo matrimonio con Elisa Biardeau Cortés. Al igual que dos décadas atrás, el patriarca fue el principal mentor de la compañía Pedro Mayo e Hijo, renacida con el objeto de explotar la fabricación de chocolates, velas, artículos variados de confitería, así como la compra-venta al por mayor y al detalle de coloniales de todo tipo. La nueva sociedad quedó disuelta tras el fallecimiento de Pedro Mayo Etulain, en 1913.

Cambios de propiedad

Durante los años que duró la gestión de Pedro Mayo Biardeau, la empresa continuó por los derroteros marcados por el fundador. Los talleres y la tienda seguían en el emplazamiento de siempre, la plantilla continuaba más o menos estable, y los productos ofertados eran básicamente los mismos. El paso de la segunda a la tercera generación procuró, en la medida de lo posible, conservar el carácter familiar de la empresa, así como la impronta dejada por el patriarca. En marzo de 1923 tuvo lugar la constitución de la sociedad colectiva Ruiz de Galarreta y Vidal. Sucesores de Pedro Mayo, encabezada por Luis Ruiz de Galarreta Maeztu, esposo de Martina Mayo Zubizarreta, nieta del fundador. En la misma compañía figuraba también como socio, al 50%, el industrial Mariano Vidal. El capital social de la nueva entidad fue fijado en 210.000 pesetas.

A los pocos años, la sede de la empresa fue trasladada a la calle Nueva, número 4-6, y de aquí, pasada ya la Guerra Civil, a El Redín. El cambio a este último enclave coincidió con una cierta ampliación de la gama de productos elaborados: pastas variadas, turrones y guirlaches, aparte del tradicional chocolate, y de la cera. Durante los años de autarquía y racionamiento que siguieron a la conflagración de 1936, las posibilidades de conseguir cacao y azúcar de calidad para la elaboración de chocolate se redujeron de forma drástica. Si a ello unimos los estrictos cupos de fabricación a los que las empresas eran sometidas, se comprenderá mejor por qué los Sucesores de Pedro Mayo optaran en ocasiones por paralizar su producción, antes que desprestigiar la firma con género de carácter mediocre.

Dificultad es en el mercado

Aunque el chocolate fue casi desde los comienzos del negocio el producto estrella de la marca, su fabricación con carácter exclusivo es relativamente reciente. Fue en 1974, a raíz del traslado de la empresa a Artica, cuando se tomó dicha determinación. Los setenta fueron años difíciles; a la crisis económica internacional vivida desde principios de la década, se unió una importante subida en los precios del cacao. En estas circunstancias de inestabilidad, los Sucesores de Pedro Mayo, con Carlos Ruiz de Galarreta a la cabeza, optaron por sellar un acuerdo con la Compañía Navarra de Alimentación, sociedad anónima propietaria de la marca Orbea. Por el citado convenio, la empresa de Ruiz de Galarreta se comprometió a ceder temporalmente a la Compañía Navarra de Alimentación el uso en exclusiva de la marca Chocolates Pedro Mayo, a cambio de una comisión en las ventas efectuadas, así como de la absorción de su plantilla. El concierto suscrito se mantuvo hasta 1990, año en que la Compañía Navarra de Alimentación fue
adquirida por Chocolates Asturianos, y desmantelada al poco tiempo.

Carmen Erro Gasca Serie de investigación histórica realizada en colaboración con la Cámara Navarra de Comercio e Industria.

El reto del futuro

En julio de 1994, un reducido grupo de antiguos trabajadores de la Compañía Navarra de Alimentación emprendió la creación de Chocolates de Navarra, SAL, empresa con la que los Sucesores de Pedro Mayo firmaron un nuevo acuerdo, similar al establecido cuatro años atrás con la compañía titular de la marca Orbea.

En la actualidad, Chocolates de Navarra cuenta con una plantilla de seis personas, tiene su principal mercado en la propia Comunidad foral y en provincias limítrofes, y ha facturado en el último año cerca de 80 millones de pesetas. Su principal baza para el futuro es su peculiar unión entre tradición y modernidad, entre un sistema de producción artesanal, a escala reducida, y su lucha por conservar un hueco en un mercado cada vez más copado por los grandes fabricantes de chocolates con leche. Hoy por hoy, el reto está en seguir conservando a la clientela de siempre, incorporando puntuales novedades en la gama ofertada que permitan el relevo generacional.